lunes, 14 de octubre de 2013

Mary Richmond

Mary Richmond fue una figura clave en “establecer las bases científicas para una nueva profesión”, el Trabajo Social. Por ese motivo, en 1921, recibió el Master of Arts en el Smith College y reconocimiento mundial por su incansable y fecunda labor.
Nació hace ciento cincuenta años, un 5 de agosto, en Belleville, Illinois, al inicio de la Guerra de Secesión. Sus padres murieron a causa de la tuberculosis y fue criada por su abuela y tías, que estuvieron fuertemente implicadas en los “movimientos radicales” de su tiempo. Así se crió en un ambiente de discusión sobre el sufragio femenino, la situación de la mujer, los problemas raciales, la religión, la política, la esclavitud. Su infancia no fue rica en bienes materiales pero sí “en ideas y libros” y fue su abuela quien la estimuló a leer, a pensar por ella misma y a sacar sus propias conclusiones.

Su adolescencia transcurrió en un país signado por transformaciones vertiginosas, donde tuvo lugar un movimiento filosófico, político, social y cultural de gran alcance. Un elemento clave del Movimiento Reformista fue la participación de las mujeres y sus luchas por la emancipación. El fin de siglo trajo importantes rupturas en cuanto a la dicotomía público-privado haciendo emerger una “nueva mujer”, que ocupa el espacio público reclamando autonomía y libertad. Así, la participación en organizaciones sociales y sindicales, fueron “convirtiendo” a la “visitadora social” y “trabajadora de la caridad” en activista política, profesional, investigadora y docente. Muchas de ellas tuvieron que optar entre su “vocación” y su destino de ser una “buena esposa” como alternativas irreconciliables. La mayoría no se casó, otras encontraron como compañeras de vida a otra mujer. Algunas fueron víctimas de las curas de reposo, un siniestro dispositivo terapéutico-disciplinar dirigido a aquietar los “cerebros inquietos”.

Mary Richmond tampoco se casó, rechazando algunas propuestas con motivo de la “tuberculosis de su familia”. Sin embargo, una de sus biógrafas afirma que a lo a largo de su vida mantuvo “amistades intensas y emocionales” con diversas mujeres. Entre ellas, la más importante fue Zilpha Smith, hija de una militante sufragista y antiesclavista, que se convirtió en su mentora, guía e inspiradora. A lo largo de su vida y de las cuatrocientas millas que las separaban, compartieron la pasión por la literatura, el trabajo social y el unitarismo.

Su formación fue fundamentalmente autodidacta debido a su difícil situación económica. Sin embargo, siempre estuvo en contacto con las universidades más prestigiosas y en diálogo permanente con pensadores y científicos

Así, el pragmatismo filosófico, el incipiente interaccionismo simbólico, y la investigación disciplinar que desarrolló a partir del estudio de miles de casos serán los cimientos de su programa.
Uno de sus principales logros fue desarrollar los principios filosóficos y las bases para una profesión que surge con una intencionalidad “interventiva”, que supone una relación dinámica y dialéctica entre conocer-intervenir-transformar, integrando lo individual y lo colectivo, tomando en cuenta las relaciones sociales y el ambiente en el que está inmerso el sujeto.

En 1897, en Toronto, propone el primer plan de estudios para la formación profesional, resaltando el papel de la universidad y de la formación práctica. Contribuyó a la elaboración de reformas legislativas referidas al trabajo infantil, la creación de tribunales de menores y creó un comité de mujeres en el City Party, que luchaba contra la corrupción en el Consejo de la Ciudad. Frente a la Primera Guerra Mundial, estuvo a favor de la política de no intervención del presidente Wilson y creó un Home-Service para las familias de los soldados en el frente, realizando una gran contribución a la Cruz Roja a través de la capacitación y edición de un manual. Considerando que la discriminación hacia los inmigrantes era una grave violación a los derechos del hombre, fundó un comité de apoyo para familias extranjeras. En 1918, asumió la cátedra de Caso Social Individual, en la Escuela de Trabajo Social de Nueva York.

 Adelantándose más de medio siglo, desarrolló un modelo teórico-metodológico, claramente comprensivista, basado en valores humanistas y democráticos, hoy de absoluta actualidad. Y porque al estudiar su obra, invita a quienes se dedican al trabajo social a volver, cada día, a elegir esta profesión.

jueves, 10 de octubre de 2013

Deportes sin barreras


Hoy encontre esta noticia en el diario de Burgos:


Unos son de Nadal. Otros de Del Potro. Otros de Djokovic y otros de Federer. No les han visto jamás jugar al tenis, o llevan años sin hacerlo desde que una enfermedad o un accidente se lo impidió, pero el sonido de los golpes, los gritos de sufrimiento o las celebraciones de los puntos (el legendario ¡vamos! de Rafa) les emociona tanto como a quienes pueden disfrutarlo con todos sus sentidos.
Son los chavales de los cursos de tenis para ciegos que desde hace dos años imparte el Centro Burgalés de Buenos Aires, la gran referencia de la emigración local en Sudamérica y por ende en todo el mundo. En los últimos meses varios medios argentinos se han hecho eco de una actividad pionera no solo en su país. En España, por ejemplo, ni a la sección de deportes para ciegos de la ONCE ni al Comité Paralímpico Español les consta que haya nada parecido.
Eduardo Raffetto es el alma de la actividad, el profesor que dirige al grupo y que puso en marcha el proyecto. Desde la capital bonaerense nos cuenta, vía e-mail, que todo empezó cuando una madre con dos niñas ciegas le preguntó si había posibilidad de darles clases de tenis.
La cuestión le pilló a contrapie, empezó a buscar información al respecto y descubrió que los primeros en ponerlo en práctica habían sido unos japoneses. Contactó con ellos, ‘importó’ sus métodos y actualmente cuentan con el aval de la Federación Japonesa de Tenis para Ciegos.
El objetivo de Raffetto se centra en garantizar oportunidades para el desarrollo personal, la integración grupal y el disfrute social uniendo el ámbito formativo, recreativo y social. «Es una experiencia muy enriquecedora. Que un alumno te agradezca la oportunidad de practicar un deporte o que alguien pueda volver a jugar al tenis... Es muy hermoso», asegura.
Entre los 35 alumnos con los que cuenta actualmente hay una mayoría de adultos (algunos de cuarenta y tantos años), pero también 14 niños que sueñan con superar sus dificultades mediante la práctica deportiva.
De primeras uno no se imagina cómo pueden jugar a un deporte tan complejo sin ver. Evidentemente, no pueden manejarse con las reglas normales. Lo hacen ayudados por unas normas particulares en las que la pista es más pequeña -tiene las medidas de una de bádminton-, los límites se marcan mediante unas cintas adhesivas de 3 milímetros de espesor para orientar a los jugadores cuando las pisan y las bolas llevan dentro pelotillas de ping pong y bolas de plomo que las hacen sonar. Este particular soniquete puede escucharse mientras la pelota vuela traspasando la red, de 80 centímetros de alto.
jugar de oído. «Juegan con el oído», cuentan sus practicantes, a los que también les hace un gran favor el hecho de que se permitan tres botes (en lugar de uno) para las categorías con menor grado de visión o ceguera total.
El tenis para ciegos del Centro Burgalés de Buenos Aires es gratuito y no tiene límite de edad. En su página (www.tenisparaciegos.com.ar) invitan a unirse al grupo a quien lo desee. Seguramente a los burgaleses de España no les resulte fácil recorrer 10.000 kilómetros para ello. Pero quizás alguien aquí pueda tomar su relevo y emprender la aventura al son de un tintineo que rebota ilusión.
 
En esta imagen podemos ver a uno de los alumnos del centro con material adecuado para sus necesidades.
Leyendo esta noticia, me alegra ver como hay gente que sigue esforzandose por personas que por algun motivo no pueden hacer actividades o deportes, intenten que puedan hacerlo, enseñandolos y cambiando el material por uno adaptado a sus necesidades.

¡Espero que esta labor que se hace en Buenos Aires llegue hasta España!